Tras la prohibición inicial y posterior desuso de herbicidas como el glifosato, los alcorques del arbolado público comenzaron a poblarse de malas hierbas y otras especies vegetales, afeando el entorno y dando una imagen de abandono, con la consiguiente reclamación ciudadana para mantener en condiciones el entorno urbano.
Conseguir integrar algunas flores y especies vegetales como parte de ese entorno, concienciando a la ciudadanía de que no hay abandono, sino una actuación natural y de integración vegetal. Lo que antes era “feo” ha sido asumido por los donostiarras como parte del paisaje natural integrado en la ciudad.
Plantación de determinadas especies de flores que atraen insectos, especialmente abejas y otros, que ayudan a la polinización del entorno. Además, los insectos devoran pulgones y otras especies que parasitan los árboles y perjudican su crecimiento. Todo un ciclo natural que ha acabado embelleciendo los alcorques, que ahora cobran vida.
Espacios céntricos de la ciudad, como los jardines de Alderdi Eder o el Paseo de La Concha han mejorado su natural belleza mediante estas plantaciones florales, que se renuevan cada año. La iniciativa se empieza a extender a otras zonas y barrios de la ciudad, siguiendo una línea de actuación en parques y jardines que aboga por dejar a la naturaleza que haga su proceso, sin recurrir a podas o apeos.
La iniciativa ha tenido el correspondiente eco en los medios de comunicación locales, con reportajes, noticias y comentarios ciudadanos respaldando la actuación. En los alcorques se colocaron placas explicando la iniciativa, rápidamente entendida y asumida por la ciudadanía.
IX PREMIOS BUENAS PRÁCTICAS LOCALES POR EL CLIMA